Skip to content

documentos recientes

No caer en la prevención como única salida

La violencia digital de género no es un fenómeno nuevo y la preocupación por visibilizar y frenar las agresiones realizadas en espacios digitales contra mujeres de distintas edades ha ido creciendo durante la última década. En este sentido no es de extrañarse que la violencia digital de género se encuentre presente a lo largo del territorio boliviano, donde el acceso a internet es desigual así como el desarrollo de algunas habilidades para desenvolverse en estos entornos.

Por todo esto, es importante dejar de pensar en la violencia digital como un fenómeno novedoso, desconocido o característico de países más industrializados, puesto que la violencia digital es un problema que se encuentra fuertemente instaurado en nuestro país y que afecta de manera desproporcionada a mujeres y niñas, especialmente si son activistas o políticas. Esto se evidencia a partir de los datos generados por la línea de ayuda del centro S.O.S Digital, en la que se observa que la mayoría de los casos reportados corresponde a una forma de violencia sexual digital en contra estas poblaciones específicas.

Sin embargo, a pesar del creciente interés a nivel global para atender a este problema, no se ha logrado frenar la violencia en línea en contra de mujeres de forma certera. Sin embargo, el contexto boliviano presenta un escenario incluso más desalentador, debido a que no se cuenta con ninguna normativa ni reforma legislativa diseñada para atender este problema de forma específica, lo cual dificulta a las víctimas el acceso al sistema de protección y justicia que ya de por sí se encuentra saturado y con varios obstáculos para dar respuestas efectivas ante las denuncias. Por otro lado, las compañías de redes sociales no tienen como prioridad la erradicación de la violencia que se genera en sus plataformas y por lo tanto, las rutas de denuncia que ofrecen suelen ser insuficientes.

Ante las dificultades para atender y dar una solución efectiva a los casos de violencia digital de género, se ha producido un mayor interés de fortalecer las estrategias de prevención de violencia digital de género bajo la premisa que es más efectivo evitar que pase que sancionarla luego de ocurrida, especialmente en un país en que la violencia digital en sí no está reconocida como un delito.

Si bien, la prevención es un eje fundamental para la erradicación de la violencia digital, es importante analizar críticamente su rol como principal medida de protección ante este fenómeno.

En primer lugar es importante recordar que, como mujeres, estamos acostumbradas a buscar estrategias para prevenir que alguien más nos lastime, abuse o violente. Vivir constantemente bala bajo la amenaza de la violencia es nuestra forma de vida: en el colegio, en las calles, en el trabajo, en el bar, a veces en la casa y ahora en el mundo digital, lo que nos lleva a la idea erronea de que es nuestra responsabilidad no ser violentadas y que nuestra forma de vestir, hablar o andar es el problema.

La ironía de priorizar la prevención como principal recurso de protección no se limita únicamente al hecho que el internet se convierte en otro espacio más en el que se debe andar con miedo y cuidado, sino en que se posiciona a la mujer como a principal responsable por la violencia que podría llegar a sufrir y se pierde de vista a otros actores, incluyendo a los mismos agresores o a los actores del aparato estatal que es garante de nuestros derechos.

Esto no quiere decir que la prevención no sea necesaria, puesto que al final de cuentas, las principales interesadas de mantenernos seguras somos nosotras mismas, y por lo tanto es necesario tener mayor información sobre qué son las violencias digitales, cómo operan y cómo podemos evitar situaciones de riesgo, sin embargo es necesario reconocer que las estrategias de prevención pueden fallar, y esto de ninguna manera implica una falta por parte de la persona que sufre violencia.

Junto con el desarrollo de las aplicaciones y la tecnología digital, las formas de violencia van tomando nuevas formas, y no es posible esperar que todas las mujeres tengamos conocimiento de todas las formas en las que se manifiesta, especialmente si los agresores se dedican a buscar nuevas formas de ejercer violencia sin ser reconocidos. Por lo mismo, las políticas dirigidas a la prevención, deberían ir acompañadas con el desarrollo de políticas de atención y reparación de daños y finalmente con propuestas que busquen erradicar la violencia estructural de género que se encuentra en el centro de este problema.

Por Narayani Rivera, intengrante del equipo SOS Digital