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Detrás de la línea S.O.S. digital
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Trabajar como acompañante en una línea de ayuda especializada en violencia de género facilitada por la tecnología es una tarea llena de retos, pero también de momentos profundamente transformadores. Cada día, las personas que acuden en busca de apoyo nos cuentan historias de dolor, frustración y miedo, y, aunque nos sentimos agradecidas de poder estar ahí para ellas, también enfrentamos la realidad de un sistema que a menudo no tiene respuestas efectivas para los problemas que enfrentan.
No se trata sólo de brindar apoyo, sino también de compartir la carga emocional de quienes atraviesan experiencias tan difíciles. La violencia digital de género, que afecta especialmente a mujeres y diversidades, no solo les arrebata derechos fundamentales, sino que también deja cicatrices emocionales profundas. El impacto emocional de escuchar estas historias puede ser abrumador y la impotencia de no poder ofrecer soluciones inmediatas es un desafío.
Como acompañantes, muchas veces sentimos que recomendarles realizar una denuncia a las autoridades, es enviarles a un espacio que las va a revictimizar y que finalmente no recibirán soluciones concretas, haciéndolas víctimas no sólo de la violencia en línea que ejercieron sobre ellas sino también de la indiferencia o falta de conocimiento de las instituciones encargadas de protegerlas. En ese proceso, debemos luchar contra la frustración que nos genera esto recordando que el apoyo que ofrecemos busca marcar una diferencia aunque no siempre podamos ofrecer soluciones.
Lo más valioso de este trabajo es la capacidad de brindar un espacio donde las víctimas puedan sentirse escuchadas, validadas y apoyadas para tomar decisiones. Cada conversación, cada historia compartida, nos enseña algo nuevo sobre cómo mejorar y cómo seguir luchando por un entorno digital más seguro para todas y todos.
La violencia de género facilitada por la tecnología requiere una respuesta colectiva, y la carga no debe recaer sólo en las líneas de ayuda. Desde las instituciones del Estado hasta las empresas tecnológicas y la sociedad en general, tenemos un papel que desempeñar en la construcción de un entorno digital más justo y seguro. La responsabilidad debe ser compartida, y sólo trabajando juntas podremos garantizar que quienes enfrentan violencia digital reciban la protección y el apoyo que merecen.
En definitiva, ser acompañante en una línea de acompañamiento frente a la violencia de género en línea es una labor desafiante, pero también gratificante. A pesar de las barreras y las dificultades, saber que estamos ayudando a transformar realidades y contribuyendo a un cambio social nos da la fuerza para seguir luchando.
Por Carolina Perez, integrante del equipo SOS Digital
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